Caía la tarde del Sábado Santo en Ávila. El luto riguroso en la jornada de la sepultura de Cristo conducía a los abulenses hasta la Plaza de Santa Teresa. Desde allí, desde el templo románico de San Pedro partía a las siete y media de la tarde la Procesión de la Soledad, organizada por la Cofradía homónima.
Tras la Cruz parroquial, una representación de la Hermandad Universitaria del Santísimo Cristo de los Estudiantes y María Santísima Sede de la Sabiduría, que nació al cobijo de la de la Soledad, abría la planta de la Procesión. Le seguía la representación de las entidades penitenciales. Las damas, de mantilla española y luto riguroso, conformaban la primera parte del cortejo, junto al Estandarte corporativo y niños portando los atributos de la Pasión. Algunos de esos niños eran los primeros varones en procesionar, luciendo traje negro con corbata negra o alba de acólitos, tras la apertura de la Cofradía a toda la sociedad abulense en 2019.
A continuación salía del templo la Cruz Desnuda, que procesionó la tarde anterior junto al resto de entidades. Este día de Sábado Santo ya desfilaba junto al Sudario, la lanza y el tersorium con la esponja de la Sed.
Tras Ella, la Banda de Cornetas y Tambores Santísimo Cristo A la Columna «El Amarrado» de la capital abulense ponía los sones al luto de la tarde.
El Estandarte de la Madre y las mantillas de la segunda parte del desfile daban paso a Nuestra Señora de la Soledad, precedida por siete nazarenas de capa blanca, de capucho y túnica de terciopelo negro bordado y con un lienzo de la Virgen, portando los siete Estandartes de los Dolores de Nuestra Señora.
Ascendía la Procesión la Calle San Segundo para acudir a la ermita del Humilladero, a realizar el tradicional saludo al Real e Ilustre Patronato de la Santa Vera Cruz y al Santísimo Cristo de los Ajusticiados en Su ventanal de la Avenida de Portugal.
Prosiguió de nuevo por San Segundo hasta la Catedral, llegando por Tomás Luis de Victoria al Mercado Chico. De nuevo en el primer templo, volvía a San Pedro pasadas las nueve y media de la noche del Sábado Santo abulense. Tan solo quedaba esperar la Resurrección.