Son la gente humilde de un barrio trabajador, mayores que han pasado por guerra, hambre y sufrimiento, que un día después de ir siempre tras su virgen en septiembre vieron como su barrio creaba una hermandad de penitencia y se adentraba en Sevilla, sí, porque allí ir al centro es “ir a Sevilla” de toda la vida. Y llevaron a su Cristo y a su Virgen a que los sevillanos la hicieron suya, hoy no se entiende el Martes Santo sin este barrio en donde a estas horas sería una fiesta de color y luz bajo las bóvedas arbóreas de Afan de Rivera, de olor a chicharrones, café y churros, globos y niños jugando.
Así que va por ellos, por esos los mayores que han construido este barrio y esta hermandad, porque estén entre nosotros muchos años, por ellos a los que tanto daño está haciendo esta enfermedad que azota al mundo en estos momentos, va por ellos para que nos quedemos en casa, para que les cuidemos, y que todos unidos seamos capaces de vencer a este enemigo invisible, para que ellos vuelvan a ver más Martes Santos.